Las Montañas de Atlas: en Marruecos también hay nieve

Cuando pensamos en viajar a Marruecos enseguida se nos vienen a la mente imágenes de grandes extensiones desérticas con camellos y grandes zocos con olor a especies, con beduinos regateando y vendiendo su mercancía. Y esto es cierto en una gran parte del país, pero, aunque no te lo creas, en Marruecos también hay nieve, basta con desplazarse hacia el interior, en las Montañas del Atlas para ver montes nevados y pistas de esquí que cada año reciben miles de visitantes atraídos por sus imponentes paisajes.

El Atlas: un poco de geografía

El Atlas de Marruecos es una cordillera montañosa que separa las costas del mar Mediterráneo y del océano Atlántico del desierto del Sáhara. Sus altas cumbres suponen un obstáculo para las nubes, impidiéndolas seguir avanzando por el norte del continente, dejando esta zona particularmente árida. De este fenómeno nace el desierto del Sáhara, el más famoso del mundo.

Esta cordillera se divide en tres macizos principales: el Atlas sahariano, el Atlas telliano y el Atlas marroquí. Este último se subdivide, a su vez, en varias cordilleras: el Atlas Medio, que cuenta con una cota máxima de 3356 metros de altitud con el Jbel Bou Naceur; el Alto Atlas donde predomina el Toubkal con sus 4167 metros de altitud; y el Pequeño Atlas, también llamado Anti-Atlas, que tiene como referente el Amalun Mansur de 2712 metros de altitud.

El viaje desde Marrakech para acercarse al Atlas

Marrakech cuenta con numerosas conexiones a varias ciudades europeas y con el resto del país, por lo que resulta un punto de inicio perfecto para realizar un viaje de trekking por las montañas del Atlas. Para los amantes del senderismo de montaña y los que quieran acercarse al Atlas, la mejor opción es salir por la carretera del sudeste de la ciudad marroquí se atraviesan varios pueblecitos bereberes con mucho encanto en los que se puede parar a descansar y darse un paseo: Aghmat, Dar Caïd Ouriki… Luego continúa una carretera flanqueada por jardines escalonados en varias terrazas, a lo largo del Oued desde Ourika, hasta Arhbalou. Los paisajes son espectaculares, van variando desde las palmeras al borde de la carretera, las quebradas de piedra caliza que se extienden durante kilómetros, las verdes colinas del horizonte, los profundos barrancos donde se abren camino los ríos… Conviene hacer noche en uno de los hoteles de la meseta de Tichka antes de empezar.

Varios días en la nieve

Los adeptos a los deportes de invierno pueden disfrutar de varios días de esquí o excursiones en la nieve, si continúan hacia Oukaimeden, la famosa estación de esquí, con unos 2600 metros de altura, a tan sólo 74 kilómetros de Marrakech. La conocida como “pequeña Suiza” tiene un dominio esquiable algo escaso, pero lo compensa con buenos desniveles y recorridos para todo tipo de dificultades. Es recomendable explorar fuera de las pistas (siempre con precaución y estando asegurados).

En esa dirección también recomendamos dejarse seducir por Setti Fatma, especialmente si vas en primavera o verano, así podrás admirar sus centenarios nogales, y relajarte dándote un chapuzón en las aguas revitalizantes de sus siete cascadas. Luego, puedes continuar la ruta hasta Annameure, un poblado de la tribu de los Aït Oucheg, donde se alquilan unas mulas para ascender hasta Djebel Yagour, santuario de la prehistoria marroquí que cuenta con más de 2000 pinturas rupestres.

Si buscas trekking y grandes excursiones en la nieve, deberás dirigirte hacia el sur, a 47 kilómetros de Marrakech, por la carretera de Taroudannt. Conviene llegar a Asni el sábado por la mañana para disfrutar del mercado y del trueque en el zoco. De camino a Ouirgane, los paisajes nos recuerdan a los cañones de Estado Unidos: impresionantes acantilados que nos llevan hasta Imlil, una preciosa aldea de montaña. Este es el punto de salida de las excursiones al Parque Nacional del Toubkal, el techo del Atlas de Marruecos y del norte de África en general. Se puede llegar hasta la cumbre (a 4165 metros) o parar en los 3800 metros de altura, donde se extiende la meseta de Tazaghaght, un desierto de piedras tan alto que consigue dominar las nubes.

También puedes hacer senderismo entre las cascadas de Ouzoud, al este de Marrakech, unas de las más espectaculares del Atlas con caídas de agua desde más de 100 metros de altura. El Oued Méhasseur, sobre el que pasa el puente natural de Imi-n-Ifri (“puerta del precipicio” en bereber) cae en cascadas entre enormes rocas, para terminar en el lago del Aït-Aadel, entre colinas de rocas rojas.

El Atlas desconocido

Finalmente, si buscas algo más virgen para realizar un viaje de conexión con la naturaleza, puedes atreverte con el pequeño Anti-Atlas. Aunque está un poco alejado de las rutas turísticas, ofrece lugares fantásticos, con sitios ideales para escalar y rincones llenos de paz y calma. Destaca el color rosa de las paredes del monte Tata que contrasta con los ríos que vienen de la sierra. Un lugar idílico para relajarse lejos del ajetreo y el bullicio de la ciudad.